Tras 2 horas de metraje, de auténtica agonía fílmica, proponemos el siguiente título para la película: "Un tío que se disfrazó de Spirit: my brain screams". ¿A qué se supone que estaba jugando Frank Miller? Aunque consta como co-director de Sin City, parece ser que lo único que hizo en esta película fue sentarse al lado de Robert Rodríguez y tomar notas de cómo se decía "acción" y "corten".
Con tal despilfarro de medios es incomprensible que el mayor mérito que tenga la película es que se parezca a Sin City desde una perspectiva estética. Un guión pobre (y mira si había guiones buenos para elegir entre los de Will Eisner), unos actores pésimos, una dirección absurda y una campaña de marketing dentro de la propia película a cargo de la firma de joyería Bvlgari. Y esto es todo.
Las sensaciones que te quedan después de verla son:
1.- Pérdida de tiempo.
2.- Pérdida de dinero (fuimos a Panoramis y nos clavaron 6'90€).
3.- Engaño, puesto que que se llame "Spirit" es puramente circunstancial, dado que ni recoge la esencia, ni la narrativa, ni la estética, ni un atisbo de la genialidad del padre de la novela gráfica, ni te cuenta una historia.
4.- ¿Es inteligente ver adaptaciones de cómics que han marcado para bien la producción tebeística y cinematográfica posterior?
5.- ¿Deberíamos arriesgarnos con "The Watchmen"?
En definitiva, cuando salimos de la sala, nos sentíamos así:
¡No vayáis! ¡Salvaos vosotros! Para nosotros ya es tarde...
